Pons-Sorolla: «La donación de la obra de Sorolla al Estado fue una generosidad hacia el pueblo español»
Blanca Pons-Sorolla es la bisnieta de Joaquín Sorolla. Con ella hablamos del carácter del pintor, de la relación paternal con Alfonso XIII y de la donación de la herencia Sorolla al Estado español por parte de su bisabuela Clotilde, musa y esposa del artista.
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Blanca Pons-Sorolla (Madrid, 1948) es historiadora del arte y bisnieta de Joaquín Sorolla (Valencia, 1863 – Cercedilla, 1923), el pintor del que este año se cumplen 100 años de su fallecimiento. Con este motivo, la obra de Sorolla ha sido la protagonista de una gran retrospectiva en el Palacio Real: Sorolla a través de la luz, que ahora ha viajado hasta la Fundación Bancaja de Valencia. Además, pronto se nombrará Hijo Adoptivo de Madrid a Sorolla, por «su íntima y duradera relación con la ciudad».
Y no es para menos, el pintor construyó una preciosa casa en el barrio de Chamberí con la venta de sus obras en EEUU y que más tarde su esposa, Clotilde, donará al Estado español, junto a toda la obra y material artístico, con el fin de conformar la Casa Museo Sorolla, hoy uno de los espacios más bellos de Madrid. «Un acto de modernidad y generosidad hacia el pueblo español con el fin de que se conservara la obra de mi bisabuelo», detalla.
Conocido por sus paisajes de playa y mar, Sorolla también retrataba a la alta sociedad de su época, incluidos los Reyes de España, Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg, que no siempre gustaron a la Corte de Inglaterra. «Hacia el Rey tenía un sentimiento filial, como si fuera un hijo. Le gustaba aconsejarle y enseñarle, sin olvidar que era el monarca, por supuesto», explica.
¿Qué tal, Blanca? Aún liada con dos exposiciones de Joaquín Sorolla a la vez, uno no acaba nunca aunque inaugure, ¿no?
Así es. Hacer dos exposiciones a la vez y en lugares diferentes no es fácil. Y es que, como bien dices, cuando terminas piensas: ‘¡Qué bien!’. Pero esto no dura mucho: inmediatamente te das cuenta de que empieza otra.
Cuándo se monta una exposición, ¿qué es lo más difícil? Los visitantes sólo paseamos por la sala, pero detrás hay mucho más.
Lo más bonito es toda la parte creativa y de diseño; y lo más complicado es la parte de gestión, hablar con los propietarios de las obras o con las instituciones, ya que tienes que pedir los cuadros y que te los concedan o no, el tema de transportes seguros, avisar a los propietarios cuando las obras llegan, etc.
Son muchas cosas a las que hay que poner atención. Montar una exposición es un proceso complejo, aunque cuando uno llega a las salas todo parece muy fácil y para nada, siempre hay un trabajo enorme. Este ha sido el caso de exposición del Palacio Real, por ejemplo, o la de Valencia, que está ahora activa, porque ambos montajes son diferentes y las obras también lo son, llevan realidad virtual, salas inmersivas con paneles LED, etc. Estos montajes han sido todo un mundo y muy complicados.
Eso sin contar, por supuesto, con que a última hora alguien te diga que no te prestan esta obra u otra, y tengas que buscar otra que la sustituya. Eso es un lío tremendo.
Sorolla, tan conocido, parece que no queda nada que contar y, sin embargo, siempre hay una perspectiva nueva. ¿Queda más por decir?
Con Sorolla siempre queda algo que contar, tenemos la enorme suerte de tener una producción artística impresionante y de altísima calidad. A ello, sumamos que tenemos muchísima documentación de todo tipo: epistolarios familiares, cartas con otros artistas e, incluso, intercambio de notas con sus proveedores de pinturas.
Además, Sorolla viajó por toda España, interesándose por toda la cultura popular y artesana que encontraba, como por ejemplo toda la cerámica popular. Es decir, hay cientos de posibilidades de ver al artista porque hizo muchas cosas, desde paisaje a retrato, y muchas personas tienen visiones diferentes e ideas que dar para observar en cada exposición a un nuevo Sorolla.
Blanca, ¿te sientes una guardiana de su obra? ¿O cómo te defines tú?
Me siento más una recopiladora de su obra, no soy guardiana porque la obra de Sorolla es patrimonio de todos. El Museo Sorolla tiene mucha producción, allí quedaron pinturas para hacer la casa-museo, como deseó mi bisabuela Clotilde; pero también toda clase de documentación, muebles, ropa popular, cerámicas, esculturas, dibujos, etc. Y yo lo único que hago es velar para que se respete la voluntad de los que donaron la obra al Estado – mi bisabuela y mis abuelos–, que se cuide y que esté en buenas condiciones de mantenimiento.
Imagino que como heredera cuesta renunciar a todo lo que tu bisabuela donó, ¿o no?
A mí me parece que es la mejor idea que pudo nadie tener nunca. Creo que Sorolla sin el Museo Sorolla, sin su donación y sin el trabajo de preservación de la documentación, no sería lo que es hoy, tan conocido y completo. Muchos artistas, algunos de ellos espléndidos, han visto como su obra y su documentación se ha disgregado porque lo normal es que con el paso de las generaciones todo vaya desapareciendo porque no todo el mundo está capacitado para mantenerlo. Por todo ello, agradezco a mi bisabuela y a mis abuelos continuamente lo que hicieron porque fue una gran idea, no sólo por la generosidad hacia el pueblo español, sino también porque han logrado lo que ellos querrían: que Sorolla fuera valorado.
Pero la donación de toda la obra, incluida la casa familiar no es algo muy corriente en España. Lo de Clotilde fue algo tremendamente pionero.
Así es. Casas-museo en España sí que había, lo que no era tan corriente es la donación de todo cuando es de tu familia. Clotilde era muy moderna y probablemente estaba al tanto de cómo se hacían las cosas en otros países, aunque fuera el S. XIX. En EEUU, ella conoció la generosidad de Archer Milton Huntington, que fundó la Hispanic Society of America con el fin de dar a conocer el arte español y que tantísimo ayudó a Sorolla a darse a conocer en Norteamérica, y eso le marcó para siempre porque le pareció una idea maravillosa. Además, me parece estupendo que lo hiciera ella y no un legado testamentario porque, además, Sorolla no dejó testamento escrito. La mitad de sus bienes pasaron a su esposa y el resto a sus hijos, pero Clotilde donó todos sus bienes y sus hijos renunciaron también a ellos, a pesar de su derecho a la legítima. Aceptaron la donación de su madre y, además, la enriquecieron con las obras que ellos habían heredado directamente de su padre.
En EEUU no sólo era conocido gracias a Huntington, es que también ¡lo vendió todo!
Vendió muchísimo. A la exposición en Nueva York llevo 350 obras y vendió 200, y no vendió más porque no quiso y dijo que no, que ya no vendía más. Tuvo un número de ventas absolutamente increíble y, además, pintó retratos de numerosas personalidades. Con todo lo que vendió en aquella exposición, compró el solar de la casa de Madrid y consiguió hacerla a su gusto.
Viajaba mucho, por lo que las cartas con su mujer eran muchísimas. Lo que más me llama la atención, además del amor que se tenían, era el gran interés de Sorolla por la indumentaria de su mujer.
Sí, por supuesto. Sorolla se preocupaba mucho de la ropa de Clotilde y siempre tenía a su mujer muy al tanto de las cosas que se hacían; aunque siempre la decisión era de ella, quien le recordaba en las cartas que no le gustaban los talles altos, por ejemplo. Pero Sorolla siempre solía acertar, sabía lo que le gustaba y solía comprar con el fin de poder hacer un retrato con la ropa que traía del extranjero. Era algo que hacía también con sus hijas. Se informaba sobre las modas, aunque tendía siempre a los diseñadores sencillos y algo austeros, a pesar del gusto barroco de la época.
Esa austeridad quedó patente en la exposición de Sorolla y el negro, aunque nos tiene acostumbrados a la luz y los blancos.
Esa exposición fue maravillosa. ¿La viste?
Sí, claro, aquí en Madrid.
Fue espectacular. También se llevó a Valencia y cuando mi nieta la vio, ella tiene 16 años, me dijo que le había parecido muy bonita y elegante. En la sala de entrada estaban todos los retratos de gris, lo recordarás, y a ella le encantaron. Lo que te quiero decir con este detalle es que esa elegancia en la indumentaria es fácil de captar, incluso para una cría, a pesar de la ropa tan diferente que ella conoce. Quedó fascinada.
De alguna forma, con esa exposición se despojó un poco como de esa etiqueta del pintor de la luz, del blanco, de la playa…
La luz siempre está presente, pero una cosa es la luz del exterior y otra cosa son las luces de los negros y los interiores. Éstos también tienen estudios de luces, pero no tienen nada que ver con la luz directa del sol o los retratos pintados al aire libre, son conceptos diferentes y en esa exposición esta diferencia se vio perfectamente.
Con aquella exposición dedicada al negro la gente conoció a un Sorolla más allá del tópico.
Claro, y se mostró también que los grandes pintores lo son porque tienen esa diversidad en el dominio de diferentes técnicas, de ofrecer otros tratamientos a las composiciones y de hacerlo con la misma calidad y sensibilidad.
Y mostrar que Sorolla tenía profundo conocimiento de la pintura española, donde el negro era un color predominante, sobre todo entre la monarquía de la Edad Moderna.
Sí, completamente. Cuando he hecho exposiciones, aquí o fuera, siempre he perseguido mostrar las diferentes facetas de Sorolla. Por ejemplo, es un retratista excepcional, aunque lo que más conoce el público son sus pinturas de playa, mar, paisajes, etc.
También hizo algún paisaje urbano y, además, muy moderno, incluso futurista, como las vistas que hacía de Nueva York desde la ventana del Hotel Savoy (estancia en 1911).
Sí, ¿sabes que esas pinturas se las quisieron comprar? Pero dijo que no, que eso no lo vendía porque ¡no valía nada! «Estos son unas notas que he tomado, las quiero guardar de recuerdo», decía.
¿Esto no vale nada, decía? ¿De verdad?
Eso es. Esto no vale nada.
Desde luego, como es la perspectiva del tiempo, ¿no? Y, sobre todo, la visión que a veces tenemos de nosotros mismos.
Bueno, es que él no lo hizo con ningún afán de darlas a conocer o venderlas, sino como un recuerdo íntimo de algo que está viendo y viviendo en ese momento.
Me hace mucha gracia que el hecho de que llamara a su mujer Clotilde, mi ministra de Hacienda.
Sí (Ríe). Ella llevaba ciertas cosas que él no tenía ni tiempo de ocuparse; pero ella le permitía todo y más. Sorolla lo decía porque era muy ordenada y cuidadosa, y no era caprichosa para nada. Te diría que el caprichoso era él, le gustaba mucho comprarle cosas para ella, a sus hijas, y aunque Clotilde pudiera considerar que no eran necesarias, ella siempre agradecía en el alma todo lo que traía. Ella era su salvatodo.
Cuando lees las cartas que se mandaban, ¿qué piensas?
Recuerdo leer todas las cartas por primera vez con mi padre en su despacho, nunca se habían publicado, y lo que me fascinó de ellos fue la parte humana. Yo no había conocido a Sorolla, así que leyendo las cartas me acercaba más a su personalidad, me daba la oportunidad de conocerle mejor. También me di cuenta de que con su mujer tenía una gran confianza, hablaban de todo, de lo buena gente que era y de lo mucho que quería su mujer y a sus hijos, así como la pasión que tenía por la pintura o la naturaleza, y de lo mucho que disfrutaba pintando.
Es realmente muy interesante el poder conservar todos los epistolarios de Sorolla, tanto los familiares como los que recibe de sus amigos, todo es al final el reflejo de lo que él sentía, cómo se llevaba con sus amigos. En este aspecto, es importante que hayamos podido tener el epistolario de Pedro Gil Moreno, uno de sus amigos del alma con el que habla de pintura, pero también de cosas cotidianas como comprar algo o invertir, ya que Gil Moreno era banquero. Esas cartas son maravillosas porque dan medida humana del pintor.
Es probable que Sorolla sea uno de los pintores más imitados. Todo el mundo que pinta ha querido pintar algo como lo hacía Sorolla.
Probablemente sí. Lo que pasa es que esas cosas no son siempre buenas y no benefician tanto…
Imagino que, en este caso, las falsificaciones proliferan y hay que tener un ojo súper experto para desechar una obra que no es auténtica.
Sólo te diré que tengo más de 2.000 consultas de obras falsas. También hay casos de falsas atribuciones, es decir, son obras que no se pintaron con el deseo de falsificar en absoluto, pero hay otros muchos que ni siquiera son artistas, sino que ponen el J. Sorolla y se quedan tan anchos. Pero, bueno, conociendo la obra es relativamente fácil de descubrir.
Hay una imagen de Sorolla que me encanta y es cuando pintó el retrato a Alfonso XIII con el uniforme de Húsares al aire libre. ¿Cómo era su relación con el rey?
Sí, ese cuadro es espectacular, una joya, un atrevimiento y una modernidad, al hacer un retrato de un rey al aire libre con los rayos de sol por medio. Con respecto a la relación, Alfonso XIII era muy muy muy joven, para él era su rey, claro, pero diría que tenía hacia él también un sentimiento filial, como si fuera un hijo. Esto se ve en las cartas que tiene con él, donde le aconseja que vea obras que él considera muy buenas en Francia, Inglaterra o EEUU, le gusta enseñarle.
Yo creo, además, que en este retrato en concreto Sorolla quería dar mucha luz a la obra para darle una sensación de salud, precisamente porque su padre no la había tenido y había preocupación por el heredero y su falta de salud. De modo que la luz y los colores le daban aspecto de bienestar y vitalidad. Y supongo que al rey esto le pareció maravilloso porque ese retrato le entusiasmó, aunque a la Corte de Inglaterra no le gustó nada, ni éste ni el que se hizo a la reina Victoria Eugenia, decían que era inaceptable que un rey saliera sin sus atributos.
Y la reina con mantilla y sin corona.
Sí, un escándalo. A pesar de todo, Alfonso XIII hizo que se los llevaran a Inglaterra. En la Corte inglesa no podían entender que a una reina se la retratase de otra manera que no fuera con sus joyas, su capa de armiño y su corona.